Cuando todo el mundo parece que está en tú contra, cuando las circunstancias no son las mejores para poder afrontarlo, cuando los recursos de que dispones para hacer frente a la batalla parecen escasear y flaquear en los momentos clave... tan sólo basta una cosa: cierra tus ojos, o mejor, no los cierres, y ora [habla] con el único que no te ha fallado nunca. ¿Sabes de quién hablo no?
Después de leer muchos libros y tratar de entender un poco de como funciona todo el sistema espiritual en que indudablemente nos encontramos inmersos, he conseguido tener clara una cosa, la batalla nunca, en serio, nunca es fácil. Pero por favor no te desanimes, tan sólo estaba tratando de mostrarte la realidad sin mayores rodeos.
¡Es cierto! ¿Qué sentido tiene atacar a un cristiano que se encuentra felizmente sentado en su banco sin crear conflicto alguno [anestesiado a dosis altas de pensamientos agradables y utópicos]? Será mejor ir a por el que se levanta y dice: ¡Hey! Aquí estoy y he venido para pelear la buena batalla! No importa cuantas veces me tires porque multiplicado por 3 serán las que mínimamente seré levantado una y otra vez por mi Señor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario